martes, 27 de abril de 2010

¿Lo estamos haciendo bien?


De cara a una sociedad cada vez más joven, cada vez más precipitada y arraigada a los nuevos métodos de educación social, surge un debate relacionado con la modificación legal acerca de si se debería sancionar penalmente a los menores de 18 años. La primera edad que se mencionó fueron los 16 años y después llegó hablarse incluso de los 14. La discusión se vuelve a abrir ahora con el caso de la muerte de Cristina Martín. Pero este tipo de circustancias como el de la niña de Seseña no son el mejor momento para dialogar este controvertido debate.

Una muerte nunca debe ser escusa para discutir una motivación política y mucho menos de cara a una cercanas campañas electorales. Un caso como este debe servir para que la sociedad se conciencie de un compromiso social con la juventud, de un apoyo incondicional a todos los juristas, educadores y legisladores que deben tratar este tipo de asuntos con la mayor seriedad posible y de cara a una integración eficiente y sensibilizada de aquellos menores con un problema de adaptación a la sociedad.

Después de todo esto, nos falta un asunto igual de importante, el de los familiares de las víctimas con quien deben volcarse las instituciones públicas a la hora de ofrecerles todo su apoyo y la garantía de que los delitos no queden impunes. Pero tampoco debe bajo ningún concepto pesar la opinión de los familiares sobre la labor del legislador que debe actuar de un modo objetivo y que debe pensar en esos jóvenes delincuentes en los que la reeducación es mucho más posible que en aquellos de edad ya adulta. Estos acontecimientos tienen que servir en todo caso para cuestionarnos si el sistema educativo funciona, si hay que reforzar o no la autoridad de los profesores en los colegios e institutos, y también como no la responsabilidad de los padres, que deberían formar parte del sistema junto con el personal docente y no como ocurre en muchos casos cuestionar permanente la actuación de estos, quitándose así el compromiso que ellos mismos deben tener con la educación de sus propios hijos.

Una labor ardua sin duda, tanto para padres, como para alumnos y profesores, que en conjunta colaboración conduzca a buenos cauces. Pero en fin, que os voy a contar, que no sepais ya de sobra...

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